Cuando leemos algunas las
contracarátulas de los discos que tenemos en nuestras casas sean de acetato o
en formato CD y revisamos los créditos de algunos de ellos, podemos notar en el
caso de los discos editados por Fania Récords que hay un ingeniero de grabación
muchas veces citado en los mismos, se trata de Jon Fausty, uno de los artífices
del llamado sonido de la Salsa, el mismo que vendió durante los años 70 y gran
parte de los 80 una millonaria cantidad
de copias y que se puede considerar como el sonido más limpio que haya
resultado de las tantas grabaciones de música caribeña a través de la historia reciente.
Nuestro artículo de la semana
inicia citando a Fausty por lo siguiente: cada disco antes de que a esto se le
llamara Salsa tenía en cada pieza al lado entre paréntesis, el género en el
cual estaba grabado el tema, sea bolero, son, son montuno, guajira, guaracha, guaguancó,
etcétera; esto permitía que el melómano conociera (si era acucioso) las
diferencias entre cada ritmo de la música antillana; incluso a veces iba más
allá, ya que en algunos surcos se leía bossa nova, shing-a-ling, blues, entre
otros. Con eso jugaban los músicos de la época y, aunque no parezca, era una
riqueza cultural inmensa que terminó cuando Fania a inicios de los 70´s comenzó
a imprimir discos con la palabra Salsa en término solitario, matando de un
golpe de tinta esa tan valiosa información que aparecía impresa en cada disco.
Ahora bien, continuemos con
Jon Fausty, este señor descendiente de inmigrantes rusos y húngaros como muchos
de los que durante la buena época de los negocios de Jerry Massuci se
involucraron en el complejo mundo de la música de las Antillas, trabajaba sin
descanso en los estudios ubicados en el último piso del edificio 1440 de
Broadway, el conocido Good Vibrations. Lo había descubierto Larry Harlow, fue
seleccionado entre 50 aspirantes para dirigir el departamento de ingeniería de
Fania Récords. A partir de ese momento inició junto a genios de la talla de
Louie Ramírez, a tallar las ideas muy claras y fundamentales, de ese sonido que
debía venderse en el exterior, el sonido Fania.
Me detendré un momento a
analizar primeramente el porqué Fania no le sacó más provecho a los saxofones
(aunque recordemos esa grabación consumada en el estadio Roberto Clemente un año
después del frustrado evento del Yankee Stadium el 24 de agosto de 1973) donde
Manu Dibango músico africano famoso para el momento, interviene en la pieza Congo Bongo junto a Mongo Santamaría y
Ray Barretto en una descarga memorable en las tumbadoras. Pero en estudio, Fania
sacó mucho más provecho a las trompetas y trombones, con esa conformación
inicial que estrenaron en el salón de baile nuevayorkino de El Cheetah, con
Barry Rodgers, Willie Colón, Reinaldo Jorge, Larry Spencer, Bomberito Zarzuela
y Roberto Rodríguez; siempre acompañada de la flauta de Pacheco. Ese sonido
prevaleció y conformó lo que se vendía en los discos del emporio de Masucci. No
era muy parecido al que se hacía con las sonoras de Puerto Rico y de Cuba
conformadas solo por trompetas en la sección de metales; o en el agrio set de
trombones de La Perfecta de Palmieri, la banda de Willie Colón o las
venezolanas Dimensión Latina y Los Dementes; también era muy distante al Combo
de Rafael Cortijo y al Gran Combo de Puerto Rico.
El sonido Fania marca
trascendencia el historial de la música popular latinoamericana, es quizás el
experimento más fructífero que se haya conocido en la historia de la industria
de la música en Nueva York, al menos en las últimas cuatro décadas. Mucho de
esto se debe al genial Jon Fausty, hombre que aún trabaja en el negocio y hasta
acepta solicitudes de amistad en la red social Facebook. “En esa época no había Pro Tools y tuve
que inventarme cosas que no existían”, dice Fausty. Agrega a manera de anécdota
que artistas tan distintos como Rubén Blades y Héctor Lavoe grababan a placer
en su estudio, el primero perfeccionista y el segundo impuntual, pero a ambos
le quedaban las grabaciones según el experto, en la primera toma. Refiere
Fausty que el disco con el cual tuvo que jugar más al ingenio y el mayor reto
de su trayectoria fue precisamente el Maestra Vida del panameño junto a Willie
Colón.
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